Un
momento
Las montañas
de Bariloche tienen como cumbre máxima al Cerro Tronador de 3.478 metros de
altura. Una enorme mole rodeada de extensos glaciares con grietas y cascadas
impresionantes. Justamente se llama Tronador por los estremecedores ruidos que
se escuchan cuando se desprenden trozos de hielo que caen al vacío haciéndose
pedazos.
Con Natalia
subíamos al Refugio Otto Meiling, a 2.000 metros de altura y la mañana soleada
se convirtió en segundos en una pesadilla de nubes, viento muy fuerte que nos
tiraba de lado, lluvia fría y granizo fino. Llegar se convirtió en una dolorosa
odisea y el Refugio justificó por qué lo llaman Refugio.
El mal
clima, impedía disfrutar de la vista espectacular que se tiene habitualmente
desde allí.
Nos quedamos
dos noches esperando que el clima mejore y recién a la tarde del segundo día
empezó a despejarse.
Unos chicos
que también esperaban el buen tiempo para escalar el hielo de la cumbre del
Pico Argentino, nos ofrecieron con absoluta generosidad, sus botas rígidas de
hielo para que salgamos a dar un paseo.
Ya con buen
tiempo y con el sol a punto de ponerse, caminamos por un desierto blanco
indescriptible. Nos sentamos en unas rocas que sobresalen de la nieve y el
hielo y quedamos hipnotizados por un silencio estremecedor y por el hermoso
paisaje que nos daba ese atardecer.
Cuando el
sol terminó de esconderse, la temperatura bajó con velocidad y volvimos al
acogedor Refugio.
El Tronador
puede ser duro pero también sabe premia a aquellos que lo visitan con el
respeto que se merece.
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